Miles de burbujas afinadas como una orquesta eterna muestran de cerca la acidez propia de este espumante.
Un canto a la fermentación y al terruño, desde su color hasta su aroma.
Un balance perfecto para la vista, la nariz y la boca.
Un péndulo entre cielos y pieles naranjas, aromas a frutos secos y fresas.
Una despedida liviana, destellante y continua.
Una nota musical que nunca termina de apagarse.